Falta muy poco para que empiece la copa del mundo de fútbol y en Kenia se vive de una manera especial. Su selección no se ha clasificado para la fase final de Sudáfrica pero todas las grandes compañías aprovechan para hacer promociones especiales en las que cualquier equipo africano puede darte suculentos premios o saldo gratis para tu móvil. Pero hay una promoción que se lleva la palma: el viaje gratis a Sudáfrica.
lunes, 31 de mayo de 2010
Locuras africanas
sábado, 29 de mayo de 2010
Memoriales del genocidio
miércoles, 26 de mayo de 2010
La misión de Ruli
Ruli es un poblado no muy lejos de Kigali pero conectado por mala carretera. Allí se estableció una misión dominica el 7 de octubre de 1969, que empezó con labores de pastoral y asistencia sanitaria, pero que ha ido aumentando su campo de actuación de manera imparable (bueno, en algún punto sí le han parado los pies).
Las hermanas me avisan de que un coche saldrá de una gasolinera Engen a las 7 de la mañana del lunes y que puedo ir con ellos. Calculo mal y llego a las 7:15, rezando un poco para que la hora que me dijeran fuera “rwandan time”. Pero no, se han ido o no consigo encontrarlos. Utilizo un teléfono público (algo así como un hombre con un teléfono fijo encima de un taburete en medio de la calle -no me preguntéis dónde estaba enchufado-) y consigo hablar con la hermana. Al parecer acaban de marcharse, pero se darán la vuelta para recogerme. Qué majos, de verdad.
El coche es un 4x4 y las vistas durante el camino, una bendición, pero tanto bache me pasa factura y, si el viaje hubiera durado cinco minutos más, habría devuelto el desayuno. Pero por suerte llegamos a un paraíso, un montículo situado a 1950 metros sobre el nivel del mar, con el aire más puro que os podáis imaginar y con unas vistas hacia los valles que permiten envidiar a los pájaros. Pocos metros más adelante traspasamos una verja con el cartel de “Hôpital de Ruli”.
Me llevan de visita turística por todo el hospital (hospital de campaña, según la hermana Carmen); veo las consultas externas, las visitas con el médico, la maternidad, los quirófanos, el departamento de SIDA, las habitaciones para hospitalizados... y ¡la sala de fisioterapia! Aunque algunas dependencias tienen poco que envidiar a los hospitales que conocemos, la sala de fisioterapia tiene muchísimo que envidiar. La podríamos llamar “sala diáfana”, porque tiene mucho espacio pero poco material.
También me invitan a comer y me enseñan las demás funciones de la misión: el orfanato (donde cada niño tiene una historia detrás que hace dudar de la humanidad de algunas personas), el jardín de infancia (donde por suerte los huérfanos van aprendiendo el abecedario mientras se lo pasan genial), la escuela rural para niñas (niñas que no pudieron ir a la escuela y ahora aprender labor durante un año y al marcharse se les regala una máquina de coser) y el centro nutricional (donde se alimenta a los niños y niñas que más carencias tienen).
Hace unos meses se les sumaba una escuela superior de enfermería, con títulos homologados y un nivel bastante alto, además de un apoyo institucional de la Universitat de Girona, pero algo pasó. Parece que es un tema político, pero nunca se puede afirmar. La región está prosperando y a alguien no le acabó de gustar -por aquello de ser del otro bando-, con lo que cerrar una escuela superior es una herramienta muy útil para que los jóvenes tengan problemas para formarse -y así su bando sea peor que el otro-.
Cuesta hacerse a la idea, pero mientras en Kigali se estaba instalando esta semana la fibra óptica por las aceras de la ciudad, en la mayoría de zonas rurales el agua es ese líquido que circula por los ríos y hay que ir a buscarla al pozo. Supongo que es cuestión de preferencias, pero seguro que a la gente de los poblados les importa muy poco la fibra óptica.
lunes, 24 de mayo de 2010
Kigali Peace Marathon
Los primeros en salir eran los del “run for fun”, a eso de las ocho menos diez, y después venía el resto a intervalos de cinco minutos. Pasaron las ocho, y las ocho y cuarto, y las ocho y media... En el video-marcador empezaron a emitir videoclips para entretener al personal (y ciertamente nos entretuvo, aunque más por el videoclip en sí, por el modo como lo bailaban algunos participantes). Desde megafonía no paraban de hablar, pero tampoco decían nada interesante; y sobre nuestras cabezas sobrevolaban dos docenas de aves rapaces. A veces pasaban tan cerca que se les podía distinguir el afilado pico y las zarpas de sus extremidades, pero el momento álgido era cuando bajaban en picado hacia el césped del centro del estadio en busca de algún topo que anduviera buscando la luz.
Casi dieron las nueve cuando empezó la “run for fun”. Por suerte el cielo se cubría intermitentemente y el calor pasaba un poco más inadvertido, pero el sol abrasaba la piel de los wazungu (plural de mzungu) que osaban salir a correr. Y osamos, claro que sí, sobre las nueve de la mañana.
Como todas las carreras africanas, la salida fue en estampida. No exagero si digo que más de la mitad de los corredores harían el primer quinientos en menos de 1'30”. Aunque seguro que el primer kilómetro estaba mal colocado (yo lo piqué en 2'59”), a algunas chicas no las atrapé hasta casi el 2000.
El circuito no tenía ningún misterio. Sabiendo que Ruanda es el país de las mil colinas, Kigali no podía ser una excepción y el trazado era un continuo sube-baja que fatigaba de lo lindo. Además estábamos a unos 1500 metros de altitud sobre el nivel del mar y éso se nota. Por lo tanto, con muchas prudencia, me había imaginado que podría correr en menos de 1h10'.
La media maratón constaba de dos vueltas de unos 10,5km cada una y pasé la primera en 35'20”. A esas alturas empezaba a ir muy cansado y dudé mucho sobre el objetivo que tenía marcado. Hacía kilómetros que no existían grupos y, aunque había adelantado a muchos kamikazes, ya cada vez costaba más atrapar a alguien; y eso acaba por desmoralizar. ¡¡Y por si fuera poco, me empezaron a pillar los de la maratón que habían salido después de nosotros!! Me pegué a ellos, con la ilusión de recuperar las sensaciones y el ritmo, pero apenas les aguanté un par de minutos. Luego me alcanzó el segundo grupo y lo mismo, hasta que volví a quedar sólo. Pero ya estaba en el kilómetro 16 y un falso llano a favor me animó. No es que me animara para pillar a alguien, pero de repente parecía que no iba tan lento. Aunque supongo que la diferencia era sólo ficticia, porque sólo adelantaba a los que iban muy flojitos.
Pero de repente creí posible bajar de 1h10'. Casi no adelantaba a nadie pero creía volar. Memorizaba la primera vuelta para saber qué me quedaba y miraba el reloj para calcular cuanto tiempo tenía. Durante unos kilómetros me imaginé que era vencedor (vencedor contra el crono, no vencedor de la carrera, claro). Pero el reloj marcaba el paso del tiempo sin demora y caí en la cuenta de que no lo lograría. Y no lo logré, claro. Llegué a meta el 34º con 1h11'47".
La carrera en sí no tiene ningún misterio. El circuito es aburridito y la organización demasiado caótica, pero puede ser la excusa ideal para visitar Ruanda, un país maravilloso del que todavía hablaré durante unos días.
sábado, 22 de mayo de 2010
La carrera de los niños
viernes, 21 de mayo de 2010
Primeras impresiones de Ruanda
Ayer llegué a Kigali, la capital de Ruanda, en avión desde Nairobi (Kenia) sobrevolando el inmenso Lago Victoria. En un principio había pensado hacer el viaje en autobús desde Eldoret a Kampala (Uganda) y desde allí hasta Kigali, cruzando dos fronteras y pagando sendos visados, pero algo me echó atrás. Sé que el camino hasta Kampala es bueno y en unas seis horas lo puedes recorrer, pero no sabía nada del tramo Kampala-Kigali y hace sólo diez días un representante de la Unión Europea entregó 100 millones de dólares al gobierno de Ruanda para que, entre otras labores, reparan su conexión por carretera con Uganda. Después de leer esto, me quedó claro que la carretera era más bien un camino.
Sobrevolar Kenia y después Ruanda permite comparar ambos firmamentos. Kenia es más arcilloso y Ruanda, en cambio, es un manto verde completamente parcelado a cuadros de distintas tonalidades, desde el verde lima hasta el verde guisante. Minutos antes de aterrizar, parece que el país sea un decorado (y quizá sea cierto).
En el aeropuerto de Kigali (que está pegado a la ciudad y se puede ir andando) descubrí a unas hermanas dominicas que me sirvieron de gran ayuda. En primer lugar, no me dejaron cambiar dinero en el aeropuerto porque pagaban muy poco y después me llevaron hasta mi hotel. Mientras tanto, estuvimos hablando de Ruanda y les conté que venía a correr una media maratón. Hemos quedado en que nos llamaremos y ya me han planteado el primer dilema: en una localidad en mitad de las montañas tienen un hospital y el lunes es el día que el médico hace visita; si quiero puedo ir con él el mismo lunes subiendo y bajando en el día. ¿Qué opináis? A mí me está apeteciendo más que el colegio de Kibungo, pero ya veremos cómo acaba todo.
Ruanda es un país dispuesto a agradar y lo consigue. Es limpio, sin caos en las carreteras, las bolsas de plástico están prohibidas... y la revista del avión (Rwandair) se encarga de explicarte que todo es perfecto. Es una publicidad política muy efectiva y uno llega al país pensando que está en el edén, pero las hermanas dominicas se encargan de contarle otra realidad. El presidente (ellas me dicen que le llame jefe o algo así para no pronunciar su nombre -hay espías en todos lados-) ganó las elecciones porque nadie más se presentó y si en tu visado de entrada rellenas la casilla de “profesión” con PERIODISTA, es posible que te interroguen hasta la saciedad e incluso se queden tu pasaporte por un tiempo.
Algunos entendidos empiezan a dudar de la efectividad del jefe y hay quien llama Kigali la Singapur de África. Lo cierto es que pasear por Kigali es muy agradable porque es una macrourbanización de chalés, donde apenas se ven las zonas chavolistas ni street children; es como si Barcelona entera guardara el estilo de Pedralbes. Tal es la manera que el jefe utiliza para agradar a sus visitantes: utilizar las donaciones mundiales para decorar Kigali y crear una burbuja de prosperidad; pero en el país de las mil montañas (así es su eslogan) el dinero no llega a todos y marchando un poco de la periferia se descubre otra realidad.
Os recomiendo el artículo de opinión Emmanuel Hakizimana de hace apenas una semana. Lo he encontrado en la web AfricaFundación: “Ruanda y sus fantasmas”
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jueves, 20 de mayo de 2010
Ruanda y MÁSmovil
martes, 18 de mayo de 2010
Floods
La foto ilustra la calle donde vivo, después de una lluvia de menos de una hora. Están construyendo un cauce para canalizar el agua y así poder asfaltar la calle, pero hasta que no llegue ese día será imposible entrar en casa sin las zapatillas embarradas. Por otro lado, si llueve como ayer el agua desbordará y seguirá inundando las parcelas vecinas, donde algunos viven en chabolas metálicas.
Por suerte, Eldoret no es de las peores zonas para las “floods”, pero sí dificulta un poco el salir a correr. No es un tema de llegar mojado o no, sino de llegar de pie o no; las lluvias se concentran por la tarde y noche, casi nunca por la mañana, pero el suelo se queda embarrado hasta el día siguiente. Si uno se atreve a no utilizar las pocas carreteras asfaltadas (y llenas de matatus asesinos), se ve irremediablemente trasladado del atletismo al patinaje pseudo-artístico.
De entre todos los barros conocidos, en los caminos de Eldoret destacan dos: el empalagoso que cubre varios centímetros y el ultradeslizante que pretende ser invisible. El primero es previsible por su consistencia esponjosa y la abundancia de charcos que contiene; el peligro está en el segundo. El barro ultradeslizante es consecuencia del tipo de camino de Eldoret.
En la estación seca, los caminos son de tierra pero tan compactados que parecen de asfalto. Al llegar las lluvias, el agua no puede penetrar y formar barro, así que resbala hasta los laterales, pero en su camino va dejando una fina capa de agua sobre una superficie arcillosa. A simple vista, no está embarrado pero... No sólo se corre el peligro de resbalar continuamente sino que apenas se avanza: a las zapatillas les falta tracción y en lugar de correr hacia delante, la zapatilla resbala hacia atrás.
Por todo ello, la mayoría de mis entrenamientos de ahora transcurren por las carreteras, de las que me apeo cada vez que la acera (de tierra, claro) lo permite. Hoy haré un poco de pista; a ver qué tal se corre en ella.
lunes, 17 de mayo de 2010
El meeting de Eldoret
Bajo un sol de justicia y con un formato raro para ser un meeting, el viernes empezó el meeting de Eldoret. En el 5000 masculino hubo cuatro series; en el 1500, incontables y en el 800... ya me había ido. Cada prueba reunía más de 100 participantes (recuerdo que para el 1500 el speaker dijo que eran 112) e incluso se disputó el lanzamiento de peso, el de disco, la longitud femenina y el triple masculino (para que digan que en Kenia sólo existe el fondo y mediofondo).
Aunque era atletismo en estado puro, por no conocer a la mayoría de atletas y sufrir las incomodidades de sentarme en el suelo, después de un par de horas me levanté y me fui. Pero he aquí lo que vi, que no es poco.
Cada serie de 5000 reunía a más de veinte atletas y todas empezaron la primera vuelta a poco más de minuto (entre 61 y 64 segundos), lo que a dos mil metros de altitud se convierte en un suicidio. Las series más rápidas consiguieron terminar el primer kilómetro en 2'40” pero poco a poco se aflojaba y terminaban en unos meritorios catorce pelados (14'10”, 14'01”...). Desde la mitad de la carrera, cada atleta iba a su ritmo y se distinguía a los primeros corredores porque eran los únicos que juntaban un grupo de dos o tres atletas. ¿Por qué habiendo cuatro series no se reunía a los mejores en una serie y los demás en las sucesivas? Eso mismo me pregunté yo y la respuesta es bien sencilla: el viernes eran las semifinales; el sábado, la final. No está mal correr en poco más de catorce minutos el 5000 a dos mil metros de altura y pretender mejorar marca al día siguiente, pero algunos lo hicieron.
El sábado el ganador fue Moses Kibet (13'47”6), después de un buen esprint con Isaiah Kiplang'at (13'47”9) y Abraham Kiplimo (13'49”3). Y en el 1500, se batió el récord del estadio: 3'37”5. Pero el sábado yo no estaba en el estadio.
El viernes también había visto alguna serie del 1500 y reconocí al único atleta de la matinal: el obstaculita Saif Shaheen (en la foto con pantalón rojo y camiseta blanca). Desde donde estaba yo, él ganó su serie con 3'42”, pero el periódico del sábado dice que quedó segundo (3'44”6) detrás de Keitany (3'44”2).
Lo importante de todo ello es que Nikson Chepseba, subcampeón de África júnior, paró el crono en 3'37”5 en el Kipchoge Stadium de Eldoret. Y para los amantes de la estadística, el peso se ganó con 14 metros, el disco con 26m59 y los saltos (en una pista que no tiene foso, solo un poco de tierra machacada con la azada) fueron para Emily Cherotich en longitud con 4m39 y un asombroso 15m56 en triple para Newton Rotich.
viernes, 14 de mayo de 2010
La llegada
Una vez en Nairobi y después de entregar algunos paquetes que me habían encargado, mi conocidísimo matatu me llevó hasta Eldoret en cinco horas. Cada vez que hago el viaje descubro que la carretera tiene más kilómetros en buen estado (nuevos) pero todavía no todos. Ese día, el viaje se hará en apenas cuatro horas, estoy seguro.
Una vez en Eldoret, y después de una reconfortante ducha, decidí que mis entrenamientos empezarían al día siguiente. Así fue y el miércoles rodé 10km y ayer, 12. No sé a qué se debe pero en Kenia no me cuesta salir a correr a las seis de la mañana y en ayunas; tengo varias teorías, pero no sé cuál será la mejor. En Sant Pol, al despertarme (aunque no sean las seis, claro), lo que más me apetece es desayunar, sentarme frente a la mesa y empezar a comer. Quizá en Eldoret los armarios no están tan llenos de comida ni de dulces.
Aunque es una buena teoría, tengo otra mejor: como vivo casi en el centro de Eldoret, me da un poco de vergüenza salir a correr en medio de tanta gente y, a las seis, casi no hay nadie. Por los alrededores de Eldoret hay muchos atletas, pero ninguno corre por las calles y quizá ésta sea una buena explicación: el mzungu pasa más desapercibido a las seis que a cualquier otra hora.
Y esta mañana, el rodaje ha llegado hasta los 14km; es importante ir poco a poco. Me he enterado de que hoy hay competición en el Kipchoge Stadium, así que me pasaré por allí y os contaré qué me ha parecido. Además, ayer estuvo el presidente del COI, Jacques Rogge, en Eldoret inaugurando un colegio que será esponsorizado por el COI. ¡Qué de cosas pasan el Eldoret!
viernes, 7 de mayo de 2010
El mal de África
jueves, 6 de mayo de 2010
Dieudonné Disi
miércoles, 5 de mayo de 2010
Los extraterrestres
Faltan sólo diez días para que los extraterrestres invadan de nuevo Calella. Visten trajes de neopreno y se les ve llegar en masa a la playa cuando todavía es de noche. Luego reconocen el terreno montados en unas máquinas aerodinámicas y terminan corriendo sin rumbo fijo hasta que encuentran una alfombra roja y un gran reloj digital. Ahí empieza un júbilo sin par porque han conseguido su objetivo: han conquistado la tierra.
martes, 4 de mayo de 2010
Si alguna vez vas a Etiopía
Haile Gebresselassie acaba de inaugurar su Haile's Resort, a las orillas del lago Hawassa. Consta de 112 habitaciones, gimnasio completo, piscina, salas de reuniones... todo lo que un huésped podría desear. ¡Y pronto tendrá incluso una pista de atletismo!